¿Qué secreto gastronómico esconde el convento de Santa Clara en Antigua Guatemala?
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Sofía era una estudiante de gastronomía que siempre soñaba con viajes y sabores antiguos. Para un proyecto de la universidad, decidió viajar a Antigua Guatemala, una ciudad que parecía detenida en el tiempo. Mientras caminaba por sus calles de piedra, sentía la historia en el aire.

Un día, visitó las ruinas del Convento de Santa Clara. El lugar era majestuoso, aunque gran parte de la estructura fue destruida por los terremotos del siglo XVIII. Una mujer local que vendía textiles cerca de la entrada le contó una leyenda. “Las monjas de Santa Clara eran famosas por sus dulces”, le dijo la mujer con una sonrisa. “Hacían unos postres tan deliciosos que la gente los llamaba ‘Bocados Celestiales’. Decían que la receta secreta se perdió para siempre con el último gran terremoto”.

La historia capturó la imaginación de Sofía. ¿Sería posible que la receta todavía existiera? Se propuso descubrir el secreto. Pasó los siguientes días investigando. Iba a la biblioteca de la ciudad por las mañanas y visitaba las ruinas del convento por las tardes.

En la biblioteca, encontró un viejo diario que perteneció a una de las monjas, Sor Inés. En sus páginas, Sor Inés no escribía la receta directamente, pero describía el proceso con mucho detalle y emoción. Hablaba de un ingrediente especial, una flor que solo crecía en el jardín interior del convento, y mencionaba que "la dulzura verdadera se guarda donde el agua canta y la piedra florece". Sofía sintió que se le ponía la piel de gallina; ¡era una pista!

Con esa frase en mente, regresó al convento. Buscó por todas partes hasta que encontró una fuente antigua en el centro de un patio olvidado. La fuente ya no tenía agua, pero en el centro había una rosa tallada en piedra. ¡La piedra que florece donde el agua cantaba!

Con mucho cuidado, Sofía examinó la base de la escultura. Notó una piedra suelta. Usando sus dedos, la movió y descubrió un pequeño espacio hueco. Dentro había una cajita de madera. Su corazón latía muy rápido mientras la abría. No encontró un papel con la receta, sino algo mucho mejor: una colección de semillas secas y una pequeña medalla de plata con grabados de los ingredientes principales: miel de abeja, almendras, canela y anís.

Sofía comprendió. El secreto no era solo una lista de instrucciones; era la tradición, los ingredientes locales y el amor con el que las monjas preparaban sus dulces. Había encontrado el alma de los "Bocados Celestiales". Esa tarde, fue al mercado, compró los ingredientes que reconoció y, en la cocina de su pequeño hotel, intentó recrear la magia del convento de Santa Clara, sintiéndose conectada con Sor Inés y su dulce legado.