Un Día en la Estación Espacial Internacional: Conversaciones en Español desde el Espacio
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Ana flotaba tranquilamente en la cúpula de la Estación Espacial Internacional. Abajo, el planeta Tierra giraba, una esfera azul y blanca que siempre la hipnotizaba. Su compañero, Javier, estaba a su lado, mirando por la ventana con una expresión pensativa. Era su primera misión.

"Es increíble, ¿verdad?", dijo Ana, sin apartar la vista de Sudamérica, que pasaba lentamente debajo de ellos.

"Lo es", respondió Javier. Su acento mexicano era distinto al de Ana, que era de Madrid. "Pero a veces echo de menos cosas simples. El olor de la tierra mojada después de la lluvia en mi ciudad, por ejemplo".

Ana sonrió. "Te entiendo perfectamente. Yo extraño caminar por la playa".

Mientras hablaban, una luz roja empezó a parpadear en un panel cercano. Una alarma suave, pero insistente, rompió el silencio. No era una emergencia grave, pero requería atención inmediata.

"Parece un problema en el laboratorio Columbus", dijo Ana con calma. "Vamos a ver. Es hora de ponerse las pilas".

Flotaron rápidamente por los pasillos hasta el laboratorio. La alarma venía de un experimento botánico. Específicamente, de la sección donde crecían unos chiles traídos desde México, un proyecto personal de Javier.

"El sensor de temperatura está dando lecturas incorrectas", explicó Ana, revisando la pantalla. "Parece que necesita una recalibración manual".

Javier se sentía un poco nervioso. Era su proyecto y no quería que nada saliera mal. Recordaba cómo su abuela usaba chiles similares en sus recetas. Respiró hondo y se concentró. Ana le pasaba las instrucciones desde el manual digital, pero Javier ya conocía bien el procedimiento. Lo había practicado muchas veces en la Tierra.

Con cuidado, conectó su tableta al sistema del experimento. Siguió los pasos uno por uno, revisando cada valor antes de confirmarlo. Ana lo observaba, lista para ayudar si era necesario, pero no tuvo que intervenir. Después de unos minutos, Javier terminó la recalibración. La luz roja se apagó y la alarma se detuvo.

¡Excelente trabajo!", dijo Ana, dándole una palmada amistosa en el hombro. "Ves, no era tan difícil. Pan comido para ti".

Javier sintió una gran satisfacción. "Gracias. Por un momento me preocupé por mis chiles".

"Estarán bien", aseguró Ana. "Y cuando crezcan, podremos preparar unos tacos espaciales para celebrar".

Javier rio. La idea de comer tacos en el espacio, con chiles que él mismo cuidaba, hizo que de repente se sintiera mucho más en casa.