La Lucha Libre: Máscaras, Héroes y Villanos
Like this story? Get the full interactive experience with karaoke highlighting, word saving, instant tap to translate, and more in the free Inklingo app.

Leo vivía y respiraba la lucha libre. Cada viernes por la noche, su abuelo y él veían las luchas por televisión. Leo coleccionaba las máscaras de sus luchadores favoritos. Su héroe era El Cóndor Dorado, un técnico ágil y valiente que siempre luchaba con honor. Por otro lado, no soportaba a La Sombra Nocturna, un rudo que siempre hacía trampa para ganar.

Un sábado, el abuelo de Leo lo sorprendió con dos boletos para ver una lucha en la Arena México. ¡Era la lucha estelar! El Cóndor Dorado contra La Sombra Nocturna por el campeonato. Leo estaba tan emocionado que no podía esperar.

Llegaron temprano a la arena. El ambiente era eléctrico. Había vendedores de máscaras, tacos y refrescos por todas partes. Mientras su abuelo compraba algo de comer, Leo decidió caminar un poco. En un callejón cercano, vio a dos hombres que molestaban a otra persona. Al principio, no le prestó mucha atención, pero luego reconoció al hombre que estaba siendo intimidado. Era el hombre detrás de la máscara de La Sombra Nocturna. Leo lo había visto sin máscara en una entrevista una vez.

Leo se escondió y observó. Esperaba que el luchador usara sus movimientos de lucha para defenderse, pero el hombre, que se llamaba Ricardo, solo intentaba calmarlos. "Por favor, no quiero problemas", decía. Leo estaba confundido. ¿Dónde estaba el villano temible del ring?

De repente, vio pasar a El Cóndor Dorado. ¡Su héroe! El luchador caminaba hacia la entrada de artistas de la arena. Vio la situación en el callejón, pero simplemente suspiró, miró su reloj y siguió caminando sin hacer nada. El corazón de Leo se rompió un poco. Su héroe no era un héroe en la vida real.

Leo sabía que tenía que hacer algo. Aunque tenía miedo, tomó aire y gritó con todas sus fuerzas: "¡Dejen a ese hombre en paz! ¡Voy a llamar a la policía!".

Los dos abusones se sorprendieron. Miraron a Leo, un niño pequeño, y luego a Ricardo. La distracción fue suficiente. Ricardo, con una voz firme que Leo nunca había escuchado, les dijo: "Váyanse ahora". Los hombres, finalmente, se fueron.

Ricardo se acercó a Leo. No parecía enojado, sino agradecido. "Muchas gracias, campeón. Fuiste muy valiente". "Pero... tú eres La Sombra Nocturna", dijo Leo, todavía confundido. "Y El Cóndor Dorado... él no te ayudó".

Ricardo sonrió un poco. "En el ring, somos personajes. Creamos un espectáculo de héroes y villanos. Pero aquí afuera, somos personas. A veces, el verdadero valor no está en los músculos, sino en hacer lo correcto, como tú lo hiciste".

Le dio a Leo una pequeña máscara negra de llavero. "Un recuerdo, por tu valentía".

Esa noche, Leo vio la lucha de una manera diferente. Cuando La Sombra Nocturna ganó haciendo trampa, Leo no se enojó. En cambio, sonrió, porque ahora sabía que el verdadero héroe de esa noche no llevaba una máscara dorada, sino que era un niño que había decidido no quedarse callado.